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Torturadores

 

Le Monde diplomatique Diciembre de 2005 nº 122"Nosotros no torturamos", afirmó George W. Bush. Era el 7 de noviembre último en Panamá, al final de una gira de cinco días por América Latina, una región largamente martirizada por regímenes dictatoriales -apoyados por Washington- que practicaban masivamente las "desapariciones" de sospechosos y la tortura. El presidente de Estados Unidos respondía así a las recriminaciones formuladas por el diario The Washington Post (1) contra los servicios de información estadounidenses, acusados de llevar a cabo secuestros clandestinos de personas y torturas fuera de Estados Unidos, en prisiones secretas llamadas "sitios negros".

¿Se puede creer a Bush? La respuesta es no. ¿No había acaso afirmado, para invadir Irak, que el régimen de Sadam Hussein estaba vinculado con la red Al-Qaeda? ¿Y que Bagdad poseía "armas de destrucción masiva"? Dos mentiras en nombre de las cuales Washington desencadenó una "guerra preventiva" que costó la vida a decenas de miles de personas (entre ellas, más de 2.000 militares estadounidenses).

Bush no es de fiar. Menos aún sobre la cuestión de la tortura. Varios informes, elaborados por instituciones que están más allá de toda sospecha, como la Cruz Roja Internacional, Amnesty International o Human Rights Watch (2), confirman que, desde los atentados del 11 de septiembre, las autoridades estadounidenses ya no respetan, en su lucha contra el "terrorismo internacional" (3), las Convenciones de Ginebra sobre el trato debido a los detenidos, ni la Convención de las Naciones Unidas contra la tortura.

La administración de Bush cambió las reglas del juego al decidir, el día siguiente al 11 de septiembre, instaurar tribunales de excepción y crear, fuera del territorio de Estados Unidos -y, por ende, fuera de toda jurisdicción estadounidense- la prisión de Guantánamo para encarcelar a "prisioneros del campo de batalla" (calificación diferente de "prisioneros de guerra", lo que impide el recurso a la Convención de Ginebra).

La tesis neoconservadora del jurista Alberto Gonzales, ex asesor del presidente y actual Attorney General (ministro de Justicia) es, de algún modo, la siguiente: Estados Unidos no debe "debilitarse" por respetar  los derechos humanos. En dos informes remitidos en febrero y agosto de 2002, Gonzales modificó el derecho relativo a la tortura. Este término designa ahora, en Estados Unidos, sólo los actos "que afecten irremediablemente a la integridad física de los prisioneros". Más allá de este umbral, todo suplicio es legal.
¿Cómo sorprenderse de que, desde diciembre de 2002, en la cárcel de Bagram, Afganistán, la utilización de la tortura por parte del ejército estadounidense se haya convertido en sistemática? Allí, los sospechosos son "encadenados en sus celdas y golpeados con frecuencia", "lanzados contra las paredes o las mesas", o reciben "patadas en la ingle y las piernas", o se les vierte "agua en la boca hasta que se ahogan". Muchos mueren (4).

Una investigación dada a conocer por The New York Times (5), confirmó la rutina de los tormentos infligidos por militares estadounidenses que, en la mayoría de los casos, torturan a sus detenidos sin siquiera interrogarlos... La investigación reconoce que las técnicas utilizadas por los hombres del 519º batallón de información militar en Bagram les fueron enseñadas en Guantánamo... Y que ese mismo batallón 519 ha estado después a cargo de los brutales interrogatorios de la prisión iraquí de Abu Ghraib.
Otras investigaciones revelan que la Central Intelligence Agency (CIA) secuestra a sospechosos en todo el mundo -en Alemania, Italia, Suecia y otros lugares- para entregarlos a países amigos, como Arabia Saudí, Jordania o Egipto, donde pueden ser torturados sin límites. Recientemente, algunos informes han demostrado que la CIA disponía de una verdadera red de cárceles secretas en todo el mundo -calificada por Amnistía Internacional de "gulag de nuestro tiempo"-, algunas de las cuales estarían ubicadas en países de la Unión Europea (¿Polonia?) y de Europa del Este (¿Rumanía?)

Además de repugnante en los planos jurídico y ético, todo esto se revela como desastroso para el prestigio moral de los estadounidenses en el mundo. Como otras democracias enfrentadas a la amenaza del terrorismo, Estados Unidos ve convertirse la cuestión de la tortura en un dilema político central. En su debate con el vicepresidente Richard Cheney, defensor de una línea dura, el senador republicano John McCain recordó que, dado que existen sanciones que un gobierno democrático jamás debe infligir a un ser humano, la grandeza de la democracia reside en su capacidad de prohibirse recurrir a ciertas medidas de fuerza. La primera de ellas es la tortura. 


Notas:
(1) Dona Priest, "CIA Holds Terror Suspects in Secret Prisons", The Washington Post, 2 de noviembre de 2005.
(2) Ver "Violación de los derechos, muertes sospechosas y torturas", extractos del informe de Human Rights Watch, Le Monde diplomatique, edición española, abril de 2004. Ver también Stephen Grey, "La CIA deslocaliza la tortura", Le Monde diplomatique, edición española, abril de 2005.
(3) En realidad debería decirse contra el "terrorismo islamista", puesto que auténticos terroristas internacionales que actuaron a favor de Washington, como Luis Posada Carriles (culpable de la muerte de decenas de inocentes) continúan bajo la protección de las autoridades estadounidenses, que se niegan a extraditarlo. Ver Leonard Weiglass (páginas 14 y 15).
(4) Le Monde, París, 16 de marzo de 2005.
(5) International Herald Tribune, París, 21 de marzo de 2005.

1. ¿Qué sentido tiene la vida? ¿Para qué estoy en el mundo? ¿Existe algún plan trazado, algún objetivo para mí? De ser así, ¿cuál es?

     Interrogantes como esos han inquietado el alma y la mente del ser humano a lo largo de toda la historia. Sea cual sea nuestra nacionalidad, credo o color de piel, nuestro corazón padece hambre de las mismas cosas: amor perdurable, felicidad verdadera, sosiego espiritual, verdad y belleza, comprensión de la realidad y un derrotero para nuestra vida.
     Todos los seres humanos, desde las tribus más primitivas que habitan en los bosques, hasta los miembros de las sociedades más modernas y avanzadas tecnológicamente, parecen percibir de manera instintiva que la vida es más que un mero azar o accidente evolucionista. A pesar de que siga en aumento el número de personas que buscan en la ciencia moderna y en sus teorías, tan variables y muchas veces contradictorias, el secreto de nuestros orígenes y la verdadera esencia de la vida, a lo largo de miles de años el principal solaz para los hombres ha sido sus diversos credos, a través de los cuales ofrece reconocimiento o adoración a las fuerzas sobrenaturales o invisibles que él intuye deben existir.
     En esa búsqueda de Verdad, de iluminación y de paz para el alma, de la Realidad Suprema, son muchas y variadas las creencias y rituales que las distintas religiones humanas han ofrecido. Por intermedio de dichas religiones, el hombre invoca asistencia sobrenatural, con la esperanza de alcanzar la benevolencia y el favor del Poder o los poderes invisibles a los que rinde culto.

2. Pero, ¿cómo voy a preocuparme de algo tan trillado como la religión, si ya dedico todos mis esfuerzos a "destacar" en la vida?

     Vivimos en un mundo mutable, cada vez más complejo y dominado por la informática, y en el que aumenta constantemente el número de personas que se ven atrapadas en una angustiosa carrera hacia el éxito económico que les deja muy poco tiempo para considerar asuntos tan "abstractos" como el sentido de la vida, la paz del espíritu, el amor hacia los semejantes, ¡y hasta el destino eterno de sus propias almas! Después de todo, razonan, esas inquietudes podrían representar una distracción indeseada y hasta un obstáculo en su marcha en pos del "dios" más popular de este mundo, ese dios que tiene la supremacía en el culto y la devoción del mundo: ¡el dinero y los bienes materiales!
     Desde la más tierna infancia, a muchas personas se les inculca que la única manera de alcanzar la felicidad es: 1º) recibir una buena educación; de ser posible un título de alguna universidad de renombre; 2º) obtener un puesto "prometedor" dentro de alguna pujante empresa o institución; 3º) reunir dinero suficiente para adquirir un automóvil nuevo, una o dos casas elegantes y todo el mobiliario y los aparatos lujosos y ultramodernos que son sinónimo de una situación "desahogada". Si bien esa senda que conduce a la riqueza suele exigir una vida entera de sangre, sudor, lágrimas y esfuerzos, la mayoría de los que la recorren lo hacen sin mayores dudas ni vacilaciones, pues albergan la convicción de que una vez alcanzados los bienes que anhelan, habrán de saborear al fin la auténtica felicidad y la satisfacción.
     Sin embargo, mucha de esa gente descubre con desolación que a pesar de sus denodados esfuerzos por atrapar la felicidad, ésta le sigue siendo esquiva. Pasan los años, y muchos de ellos comprueban que las presiones de la empresa o del entorno social los han ido recargando de tensiones y angustias, en lugar depararles aquella paz o satisfacción que esperaban. Como consecuencia, suelen ser sus vidas privadas las que se resienten, pues no les queda ni tiempo que dedicar a sus familiares y seres queridos.
     Descorazonados, llegan en última instancia a una trágica conclusión: ¡ni este mundo, ni todas las riquezas y placeres que pueda ofrecer, son suficientes para satisfacer el corazón humano! Tal vez los bienes materiales puedan procurar satisfacción temporal a nuestro cuerpo, pero son incapaces de satisfacer el alma, el espíritu del ser humano, ansioso de una alegría, una paz y un bienestar duraderos que los simples logros materiales no pueden proporcionar.
     A esto se debe que los ricos y poderosos sean con frecuencia los seres más desgraciados. Ya tienen en sus manos todo aquello que la mayoría de la gente considera necesario para alcanzar satisfacción y dicha. Ya han alcanzado todas las cosas materiales que deseaban, ¡y descubren con tristeza que todo eso no alcanza para dar satisfacción ni plenitud a sus corazones vacíos, a sus almas hambrientas! ¡Así pues, ni siquiera tienen esperanzas de hallar su felicidad en las riquezas! Lord Byron, el famoso poeta inglés, comprendió esa realidad y se lamentó diciendo: "He bebido de todas las copas del placer y he vaciado el cáliz de la fama, mas ay de mí, ¡aún muero de sed!"
     Si bien la mayoría de las personas dedican muy poco tiempo a reflexionar sobre la existencia de un Creador, de un Dios, cuando las golpea una crisis individual o una tragedia, algún accidente inesperado o una grave enfermedad, el fallecimiento de algún familiar o alguna pérdida personal de gran magnitud, ¿a quién se vuelven en busca de auxilio? Una abultada cuenta bancaria, por muy grandes que sean sus cifras, no puede hacer nada por recuperar a un ser querido que haya atravesado los umbrales de la muerte. Las casas, las tierras o un cúmulo de artículos de lujo son impotentes para volver a encender la llama de un amor que se ha apagado, o para sanar las heridas de un corazón quebrantado. En esos momentos de angustia es cuando la gente suele darse cuenta de que los verdaderos valores de la vida son inmensamente más importantes que los simples bienes materiales.

3. ¿No son todas las religiones básicamente lo mismo? ¿No se trata de diferentes caminos que llevan al mismo fin?

     Si bien las necesidades fundamentales del ser humano y sus anhelos son los mismos en todos los casos, las mayores religiones del mundo prescriben fórmulas distintas y a veces contradictorias para satisfacer dichas necesidades. Un breve repaso de los credos y prácticas religiosas más comunes hace que ello salte a la vista.
    Los fieles creyentes de distintos credos tratan de colmar sus necesidades espirituales asistiendo regularmente a los lugares de culto, ya sean santuarios, templos, mezquitas o catedrales, en los que se elevan plegarias, se quema incienso y se observan infinidad de tradiciones, ceremonias y rituales diferentes.

    Existen almas de gran consagración que se muestran dispuestas a renunciar a todo placer o posesión mundanal paraentregarse de lleno a diversas disciplinas religiosas. Hay muchos que, en lugar de honrar o acudir a iconos, ídolos o representaciones de su dios o sus deidades, prefieren buscar la verdad y la realidad dentro de sí mismos, yendo en pos de la luz por medio de la concentración intensa, la contemplación y la meditación.
     Algunos buscadores de la Verdad adoran a un solo dios, mientras que otros rinden culto a centenares y aun millares de dioses. De las religiones mayoritarias, algunas empezaron sencillamente como expresiones filosóficas de ética o moral, sin que sus fundadores albergaran la pretensión de propiciar el culto a deidad alguna. ¡Sin embargo, en la actualidad muchos de esos fundadores mismos son venerados como si fueran dioses!
     Muchos creyentes acarician como su más caro deseo y mayor aspiración la posibilidad de sobrevivir a la muerte como un ente individual, en una vida futura dichosa y celestial. Otros desdeñan la idea de continuar viviendo como individuos y buscan más bien la extinción de su individualidad para fundirse en la esencia suprema de la realidad universal.
     Están los que creen que después de su muerte retornarán a la tierra para reencarnarse una y otra vez, por lo que su existencia actual no sería sino producto de uno de sus muchos nacimientos y renacimientos, que se reproducirán indefinidamente hasta haber alcanzado la plena iluminación o salvación. No faltan quienes creen que sólo se vive una vez en este mundo, y que por lo tanto disponen de una sola oportunidad de vivir correctamente y asegurarse así una existencia feliz en el más allá.
     Al ver tantas creencias distintas y muchas veces encontradas, es comprensible que el buscador de la Verdad se sienta un tanto consternado y confuso. ¡En especial si consideramos que cada una de las mayores confesiones está convencida y proclama que su enfoque particular es la única vía hacia la luz, el éxtasis, la salvación o el Cielo!

4. ¿Por dónde empezar, si busco sinceramente la verdad?

     Si se tiene en duda que haya un Ser superior, un Dios todopoderoso, el primer paso habrá de ser comprobar si efectivamente existe. La prueba más obvia con que contamos para apreciar la existencia de un Creador divino es el mundo y el universo que nos rodean, la creación natural o física.
     Hay un incidente verídico que viene al caso como ilustración. El doctor Robert A. Millikan fue un reconocido físico nuclear norteamericano que obtuvo el Premio Nóbel por sus trabajos experimentales en la fisión del átomo. En cierta ocasión, durante un banquete celebrado en su honor, se le acercó un joven periodista, que le dijo: "Dr. Millikan, no cabe la menor duda de que es usted un científico brillante, un gran conocedor de la física; sin embargo, corren rumores de que sigue sosteniendo el antiguo concepto de la Creación, es decir, ¡de que usted cree en Dios! ¿Es verdad tal cosa?"
     Millikan guardó silencio por unos instantes, estudiando el rostro de su interlocutor. Luego sacó del bolsillo de su chaleco un elegante reloj de cadena, y le dijo: "Así como este reloj es obra de un diseñador y relojero inteligente, ¡la compleja precisión y sincronización de este grandioso universo tiene que ser lógicamente obra de un gran Creador!"
     El Libro Sagrado de las tres grandes religiones, la Biblia, afirma al respecto: "Desde el principio de la creación del mundo,las cosas invisibles de Dios —su poder eterno y su naturaleza divina— son claramente visibles, siendo entendidas por medio de las cosas que Él ha hecho" (Romanos 1:20*). Dicho de otro modo, la existencia de un Creador invisible se manifiesta o hace evidente a través de este mundo maravilloso hecho por Él, de la Creación, de todas las cosas que podemos ver. ¡La mejor carta de presentación del Creador es Su hermosa obra!

5. Pero la Biblia es el libro santo tradicional de Occidente. ¿Acaso no es el cristianismo una religión estrictamente occidental?

     Si bien es cierto que los principios de la Biblia han sido abrazados mayormente por las culturas occidentales, ¡su revelación de la verdad es para todos! ¡Y en realidad, sus orígenes distan mucho de ser occidentales! La mayor parte de la Biblia fue escrita por profetas y videntes nativos de las tierras del Medio Oriente, de Palestina, un puente terrestre muy particular que enlaza a tres grandes continentes: Asia, Africa y Europa.
     Dios, el gran Creador, lanza Su amoroso llamado a todos los hombres de la tierra desde las páginas de la Biblia, diciendo:

"¡Vuélvanse a Mí y serán salvos, confines todos de la tierra, porque Yo soy Dios, y no hay otro!" (Isaías 45:22.)

     El llamamiento que hace la Biblia es claramente universal, pues dice: "Todo el que invocare el nombre del Señor será salvo, pues Él quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. Dios no muestra parcialidad ni hace acepción de personas, ¡puesto que en toda nación acepta a todo el que le ama!" (Romanos 10:13; 1Timoteo 2:4; Hechos 10:34,35.) ¡Es decir, que Dios ofrece amor, paz, bendiciones y salvación para todos, sin distinción de raza, color, nacionalidad o situación social!

6. Sin embargo, el cristianismo practicado por muchas de las diversas iglesias actuales da la impresión de ser una religión bastante egoísta y exclusivista, dedicada a la acumulación de grandes riquezas, tierras, propiedades, edificios, etc.?

     Lamentablemente, en muchos casos es así. Gran parte de lo que el mundo ve como reflejo de la cristiandadse ha alejado tanto de las enseñanzas que el sencillo y humilde Jesús impartió a Sus seguidores, que las semejanzas son bastante escasas, si comparamos la forma de vida de muchos cristianos actuales con la de Jesús y Sus discípulos.
     Jesús nunca predicó complejas ceremonias ni rituales, ni tampoco normas o regulaciones de imposible cumplimiento. ¡Ni se le escuchó decir jamás que fuese necesario levantar lujosos templos o catedrales a costa de los pobres! Dijo, simplemente, que nuestra obligación religiosa más importante es "amar a Dios y amar a nuestros semejantes como a nosotros mismos" (Mateo 22:37-39). ¡Él mismo mostró a Sus seguidores cómo hacerlo, brindándoles el ejemplo de Su propia vida, marcada por el amor y la compasión, "compartiendo lo Suyo con los pobres, sanando a los quebrantados de corazón, devolviendo la vista a los ciegos y dando libertad a los que estaban cautivos"! (Lucas 4:18.)

7. Si el Dios de que habla la Biblia no es como el que las iglesias dicen representar, ¿cómo es en realidad?

     El Dios verdadero es un Dios bondadoso, lleno de ternura y afecto, ¡que vela por todos Sus hijos en cada nación de la tierra! Dice la Biblia que es un cariñoso Padre celestial que te quiere como a Su propio y amado hijo, y que hizo este mundo maravilloso como morada de la cual pudieses disfrutar.
     Desafortunadamente, son muchos los que imaginan a Dios como un gran ojo que todo lo ve y que los persigue permanentemente con un garrote alzado sobre sus cabezas, dispuesto siempre a descargarlo sobre ellos como castigo ante el menor pecado, error o debilidad. Sin embargo, la Biblia afirma que tal idea es totalmente infundada y que Dios es tierno y afectuoso, misericordioso y tolerante, que la única razón por la que va tras las personas es Su esperanza de que se vuelvan hacia Él y lo conozcan, para lo cual los aguarda con los brazos abiertos.
     Es más, ¡la Biblia dice que "Dios es amor"! (1Juan 4:8) ¡No es un monstruo desalmado que se complazca en el sufrimiento de sus criaturas, ni que desee negarnos todo placer y felicidad, hundiéndonos en la desdicha! No es un déspota despiadado que trate de aterrorizar a todo el mundo empujándolo al infierno. ¡Es un Dios de amor que con su afecto trata de conquistarlos a todos para el Cielo!

8. ¿Dónde está ese Dios?

     Jesús dijo: "Dios es Espíritu; y los que le adoran, ¡en espíritu y verdad es necesario que adoren!" (Juan 4:24.) Él no es una persona en el sentido que lo somos nosotros, ¡ya que Él y Su Espíritu desbordan el universo entero!
     ¡Dios es omnipresente (está en todo lugar); omnipotente (lo puede todo) y omnisciente (todo lo sabe)! ¡No se le puede limitar a un solo lugar, y mucho menos a un simple templo, altar, santuario, edificio religioso o lugar de culto! "¿No lleno yo, dice el Señor, el cielo y la tierra? He aquí que los cielos de los cielos no pueden contenerme. ¡Porque el Altísimo no mora en templos hechos por manos humanas!" (Jeremías 23:24; 1Reyes 8:27; Hechos 7:48.)
     Dios es el gran poder fundamental y la luz guiadora del universo, el Creador todopoderoso, el Gran Espíritu del Amor que ha dado vida a todas las cosas. Como paternal y amoroso creador del hombre, guarda para nosotros un destino brillante y benigno, la satisfacción final de todos nuestros deseos de amor, vida, libertad y felicidad. ¡Él te ama!

9. ¿Es ese "Gran Espíritu del Amor" el único espíritu que existe?

     Aunque Dios es el único y solo Creador, el único Dios todopoderoso, existen también muchas personalidades espirituales y poderes menores creados por Él. En realidad, existe toda una dimensión, el mundo espiritual, habitado por innumerables millones de seres espirituales, que están presentes aunque sean invisibles al ojo humano. Hay espíritus buenos —los ángeles y los de aquellos que luego de vivir en la tierra están ahora con el Señor— y espíritus malignos, los diablos o demonios. ¡Pero Dios es el único Creador todopoderoso, omnipotente, omnisciente y omnipresente! Todos los demás espíritus mencionados son personalidades inferiores que actúan dentro de los confines que el propio Dios ha determinado para ellos.
     Los espíritus buenos, los ángeles de Dios, se ocupan en servirle lealmente. Las fuerzas malvadas del mundo espiritual, los diablos y demonios, están alzados en rebeldía contra Dios y son seguidores de un poderoso ángel rebelde que tiene el nombre de Satanás o Diablo. Éste y sus huestes representan una fuerza rival que mantiene una lucha espiritual constante contra las potencias buenas de Dios. En lugar de tratar de amar y ayudar a la humanidad, acercándonos a Dios, tal como hacen los ángeles, estos demonios buscan constantemente engañar, vencer y destruir al ser humano, ¡esforzándose por empujarlo también hacia la rebeldía contra Dios! ¡Gran parte del caos, la confusión, la crueldad, la mortandad y la destrucción que azotan a nuestro atribulado mundo es atribuible a la acción del Diablo y de sus fuerzas!
     Uno de los objetivos centrales de las malignas fuerzas espirituales del Diablo es tratar de obstaculizar y evitar que el ser humano descubra el divino y eterno Reino del amor, la luz y la salvación, y penetre en él. Dice la Biblia que Satanás es "el dios de este mundo, que ciega el entendimiento de los incrédulos para que no les resplandezca la luz del Evangelio" (2Corintios 4:3,4).
     Por ello es esencial que tú, que buscas sinceramente la verdad, tengas mucho cuidado y discernimiento al investigar las realidades del mundo espiritual, para evitar que seas entorpecido o engañado por el Diablo o alguno de sus fraudulentos espíritus!

10. Y ¿qué de los dioses de las otras grandes religiones?

     Como ya dijimos, algunos de los "dioses" a los que mucha gente ha sido inducida a rendir culto fueron en realidad seres humanos, los fundadores de dichas religiones. Aunque esos hombres nunca reclamaron para sí una naturaleza divina, luego de morir y transcurridas varias generaciones de creyentes, siguió creciendo la veneración y el respeto de éstos, ¡hasta llegar a ser considerados y adorados como dioses, desenlace que dichos fundadores nunca habían deseado ni buscado!
     Hay ciertas religiones, como los grandes credos politeístas, en las que se rinde culto a gran número de dioses. Es muy posible que algunas de las hazañas y leyendas atribuidas a dichas deidades fueran originalmente el recuento de acontecimientos y batallas libradas en el plano espiritual. Muchos de esos personajes y las antiguas leyendas acerca de ellos podrían muy bien haber surgido de auténticas personalidades espirituales y antiguas luchas y eventos ocurridos dentro del mundo invisible.
     Lo sucedido sería que con el paso del tiempo y la falta de datos precisos muchos de esos hechos habrían sido considerablemente exagerados y distorsionados al transmitirse verbalmente de generación en generación, llegando a convertirse en las increíbles historias, leyendas y epopeyas que conocemos en nuestros días. ¡Sin embargo, sigue siendo cierto que existen incontables millones de seres espirituales, que comparados con los humanos son "dioses" o "diosas", habitantes sobrenaturales del mundo espiritual —unos buenos y otros malos—, que combaten en ese plano para brindar a la humanidad salvación unos y perdición otros!
     Naturalmente, algunas de las grandes religiones no se basan en la veneración de ningún Dios con figura de persona. En lugar de ello, lo consideran una especie de "Realidad suprema" o de "Principio fundamental o absoluto" que sostiene la marcha del universo. Ese concepto más bien indefinible del Todopoderoso se percibe generalmente como el de un Dios que permanece un tanto distante y desconectado de las necesidades humanas específicas y de las circunstancias e individuos concretos. Por el contrario, la Biblia afirma que Dios vela personalmente por cada unode nosotros, y que "como el padre se compadece de los hijos, se compadece el Señor de los que le aman" (Salmo 103:13).
     Se sabe también de ciertas religiones que, reconociendo el prodigio maravilloso que puede apreciarse en la belleza y el equilibrio de la naturaleza, han llegado a la conclusión de que la Creación misma es Dios, y de que todo lo que vemos es manifestación o parte de la divinidad. Ese enfoque se acerca mucho al principio bíblico de que "Él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en Él subsisten, porque de Él, y por Él, y para Él son todas las cosas, ¡y en Él vivimos, y nos movemos, y somos!" (Colosenses 1:17; Romanos 11:36; Hechos 17:28.) Debido a que Dios es la gran fuerza que lo ha creado todo, en cierto modo Él es parte de todas las cosas y todas las cosas son parte de Él, ¡desde las dilatadas galaxias de los cielos hasta la fuerza cohesiva del átomo más pequeño!
     Sensibles a la estrecha relación existente entre el invisible Creador y las cosas visibles hechas por Él, ciertas religiones rinden honor y culto a la Creación misma, al sol, la luna, las montañas, el viento, las estaciones climáticas, etc. En cambio, en la Biblia se nos dice que es posible para nosotros adorar y conocer personalmente a Dios mismo, que podemos mantener con Él un vínculo vivo, y que por lo tanto no es necesario "honrar y dar culto a las criaturas antes que al Creador" (Romanos 1:25). ¡A Dios no le preocupa que sintamos admiración o deleite ante las bellezas, glorias y prodigios que son fruto de Sus manos, ante su hermosa Creación, pero no quiere que glorifiquemos o adoremos las cosas creadas dejando de lado a su Hacedor!
     La meditación es otro de los medios con que millones de personas tratan de acercarse a la luz espiritual. Si bien es admirable la dedicación con que muchos buscadores sinceros se entregan a esa senda, ¡los que llegan a alcanzar el estado de trance que hace falta para la meditación profunda deberían tener mucho cuidado! Pues aunque es cierto que pueden llegar a conectarse con algunas de las fuerzas espirituales sobrenaturales que buscan, no lo es menos que al hallarse en trance de profunda meditación pueden exponerse a las potencias invisibles del mundo espiritual. ¡Y si no están auténticamente protegidos por el Espíritu del Dios verdadero, podrían ser fácilmente seducidos y caer presa de espíritus engañosos, terminando poseídos por demonios!

11. ¿Cómo es posible que una práctica religiosa sea nociva si se realiza con sinceridad?

     Dice la Biblia que Satanás, el Diablo, es el supremo engañador y que muchas veces "se disfraza como ángel de luz" (2Corintios 11:14,15). Es frecuente que el Diablo agregue gran parte de verdad y de bien a sus mentiras para que su engaño sea más astuto. Es verdad que muchos de los demonios satánicos son evidentemente malignos, violentos, destructivos y horribles, ¡pero en muchas ocasiones el enemigo de nuestras almas intenta seducirnos y atraernos hacia sus mentiras recubriéndolas de ciertas verdades! ¡Es así como tienta a la gente para que caiga en sus garras!
     ¡Si el Diablo no proclamara ningún bien ni verdad, casi nadie se tragaría sus mentiras! Así que dora su píldora recubriéndola de caramelo, por lo que es posible que al principio se vea y sepa bien, ¡pero al final produce una intoxicación espiritual grave! ¡En realidad, casi siempre se trata de veneno puro, y si uno se lo traga se asegura la muerte espiritual!
     ¡Por ende, es de vital y eterna importancia que en tu búsqueda de la Verdad encuentres al verdadero Dios, al Dios del amor, a Aquel que te ama ydesea salvarte! ¡No hay formalismos, ceremonias, tradiciones ni rituales religiosos que puedan proporcionarte la maravillosa sensación de paz, alegría, amor y satisfacción espiritual que puede ser tuya si mantienes una relación viva con el Dios viviente!

12. Muchas religiones enseñan que nos es necesario sufrir para agradar auténticamente a Dios y acercarnos a Él. ¿Es verdad tal afirmación?

     ¡No! ¡Como ya dijimos, Dios es amor, Él te quiere de verdad y desea que seas feliz! ¡Esa es la razón principal por la que te puso en este mundo tan hermoso! Quería que gozaras de la vida y te ha dotado de la capacidad, la sensibilidad y el entorno adecuados para ello. ¡Te creó para que disfrutaras de la vida que te ha dado, para que lo amaras y para que disfrutaras de Él eternamente!
     Sin embargo, lamentablemente, son muchos los que no se dan cuenta de que Dios quiere que sean felices. Su concepto de la religión recuerda a la historia del muchacho campesino que regresaba del culto religioso acompañado de su abuelo, que era un señor estricto y de religiosidad extrema, y se detuvo en el camino frente a una mula que había por allí. Acariciándole el hocico, le dijo: "¡Seguramente tú eres una criatura terriblemente religiosa, por esta cara tan larga y tan triste que tienes!"
     Para mucha gente la devoción y lapiedad consisten en una negación absoluta de toda felicidad humana y de cualquier forma de placer. ¡Algunos llegan al extremo de creer que todo placer físico es necesariamente perverso o pecaminoso! ¡Y suponen que la piedad religiosa requiere tal aflicción y dolor, así como flagelación, privación y crucifixión impuestas por uno mismo, que se debe permanecer en total angustia y sufrimiento para poder sentirse cerca de Dios! ¡Gracias a Dios, ese enfoque no proviene de la Biblia!
     No obstante, alguna pobre gente se ve tan obsesionada por el culto a la negación y la tortura autoimpuesta que llega a sentarse sobre clavos, a caminar descalza sobre tizones encendidos, a azotarse, ¡e incluso a hacerse crucificar! ¡Se someten voluntariamente a toda clase de torturas físicas porque piensan que cuanto más sufran, más "religiosos", "santos" o vinculados a Dios se volverán!
     Es cierto que hay ocasiones en las que tal vez debamos pasar por sacrificios o sufrimientos, pero según la Palabra de Dios no hay razón para que lo hagamos a propósito, como un supuesto medio de alcanzar méritos personales o un trato preferencial por parte de Dios! Si sufrimos, suele ser porque Dios lo permite por determinada razón, pero por lo general es como consecuencia de sacrificarnos y actuar generosamente para ayudar a los demás. No porque lo pidamos específicamente, lo deseemos ni supongamos que por hacerlo nos hagamos acreedores a alguna clase de mérito o santidad.

13. Si la negación de mí mismo, el sacrificio y el sufrimiento no son el camino a la salvación, ¿qué puedo hacer para salvarme?

     ¡Nada! ¡No puedes salvarte a ti mismo! A pesar de ello, la creencia fundamental de casi todas las religiones humanas es que el hombre es básicamente bueno y justo y que es capaz de alcanzar la salvación por sí mismo. ¡En efecto, luego de un cuidadoso análisis, puede llegarse a la conclusión de que en el mundo existen realmente sólo dos corrientes de fe y conceptos religiosos, la que podríamos denominar de "Hágalo usted mismo", y la de "Sólo Dios puede salvarlo"!
     ¡La mayoría de las religiones del mundo enseñan a sus seguidores que pueden salvarse por méritos propios mediante la piedad y las buenas acciones, por medio de su justicia personal, sus sufrimientos, la negación de sí mismos o su acatamiento a las leyes y tradiciones de la religión de ellos en particular! ¡Pero no ha nacido aún el ser humano que haya sido tan bueno como para hacerse acreedor a su salvación! ¡"Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque"! (Eclesiastés 7:20)
     Desde el principio Dios quiso que cada uno de nosotros tuviese una relación íntima y personal y una comunicación directa con Él. Quería ser nuestro amigo más íntimo, Alguien de quien pudiésemos esperar siempre amor, fidelidad, afecto e interés por nosotros.
     Aunque por otro lado, no quería forzarnos a buscar la amistad con Él. No hubiera tenido ningún obstáculo para crearnos de modo que le obedeciéramos y adoráramos automáticamente, como si fuéramos robots, pero su deseo no era obligarnos a amarle u obedecerle. Por ello permitió que el bien y el mal fuesen revelados por igual, para que cada uno de nosotros pudiese tomar una decisión individual al respecto, escoger voluntariamente amarle y obedecerle, o rebelarnos y actuar independientemente.
     Lamentablemente, todos hemos elegido mal en una u otra ocasión. Hemos actuado a veces de modo egoísta, áspero o insensible, haciendo daño no sólo a los demás, sino también a Dios mismo, que como nuestro Padre celestial, se entristece al vernos tomar el mal camino.
     Pero a pesar de todos nuestros problemas, dificultades e imperfecciones, Dios sigue amándonos y queriendo estar cerca de nosotros, ser nuestro amigo y auxilio más inmediato y apreciado. Y por más que nos esforcemos sinceramente en tratar, mediante nuestra piedad, buenos actos, sufrimientos y demás, de acercarnos a Él, de fundirnos en Su esencia, de ser "iluminados" por Él, de merecer que nos salve, siempre fracasaremos en el intento. ¡"Por cuanto todos pecaron y todos están privados de la gloria de Dios"! (Romanos 3:23.) ¡Por muy buenos o justos que tratemos de ser, por muy severamente que nos disciplinemos o luchemos por alcanzar la santidad o la salvación, fracasaremos, porque el hombre es sencillamente incapaz de salvarse a sí mismo!

14. ¿Qué puedo hacer entonces para salvarme? ¿Deberé resignarme a estar eternamente separado de Dios?

     Dios es un Ser tan grande, tan elevado y todopoderoso, tan lejano de nuestra limitada comprensión humana, que nos resultaría imposible entenderlos completamente a Él y Su manera de obrar. Él ha dicho: ¡"Como son más altos los cielos que la tierra, así son Mis caminos más altos que vuestros caminos, y Mis pensamientos más que vuestros pensamientos"! (Isaías 55:9.) Sin embargo, era tanto Su deseo de ayudarnos, de acercarse íntimamente a nosotros, que nos envió a Alguien capaz de mostrarnos Su amor, Alguien que pudiese vivir con nosotros como ser humano, que pudiera personificar y mostrarnos la naturaleza del propio Dios.
     Dios nos quiere tanto que no quiere que suframos la separación de Él. Si vivimos sin el amor de Dios, nuestro corazón no puede hallar verdadero contentamiento, y permanecemos espiritualmente vacíos y sin vida. De modo que para brindarnos Su Vida y Salvación eternas, envió a la tierra a Su propio Hijo, Jesús, hace dos mil años.
     Jesús fue concebido milagrosamente mediante el Espíritu de Dios y nació de una joven virgen llamada María. Creció hasta convertirse, en cierto sentido, en imagen de Su Padre, para que pudiésemos ver cómo es el grandioso e invisible Creador. Dicha imagen es un cuadro de amor, pues todo lo que hizo Jesús fue hacer el bien, ayudar a la gente y enseñarle sobre el gran amor de Dios por todos nosotros.
     Finalmente, Jesús culminó Su misión de proclamar ante el mundo las Buenas Nuevas de la Salvación y ofrendó Su vida. Fue cruelmente crucificado por sus desalmados e hipócritas enemigos religiosos. Y tres días después de que Su cuerpo fuese depositado inerte en la fosa, ¡Jesús se levantó de los muertos venciendo a la muerte y el infierno para siempre!
     En la Biblia leemos que "de tal manera amó Dios al mundo (a cada uno de nosotros), que ha dado a Su Hijo unigénito (Jesús), para que todo aquel que en Él cree no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:16). ¡Si a partir de este instante quieres tener una relación personal viva y plena con el Dios del amor, todo lo que tienes que hacer es sencillamente creer en Jesús y aceptar el don gratuito de la vida eterna que Él te ofrece!
     Jesús dijo: "Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos" (Juan 15:13). ¡Él fue el Amigo que dio Su vida por ti, para que no tengas que sufrir por estar separado de ese Dios que tanto te ama!
     Si deseas conocer personalmente el gran amor de Dios, hallar la solución para todos tus problemas y dificultades y recibir el perdón de todos los errores cometidos, no tienes más que creer en el Hijo de Dios, Jesús, y aceptar que entre en tu corazón. Jesús dijo:

"Venid a Mí todos los que estáis trabajados y cargados, y Yo os haré descansar... ¡porque Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida! ¡Nadie viene al Padre sino por Mí!" (Mateo 11:28; Juan 14:6.)

     ¡Por más sencillo, o hasta infantil, que pueda parecerte, ese es el Plan escogido por el gran Creador del universo para revelarnos y hacernos llegar Su amor, Verdad y Salvación a cada uno de nosotros! Lo hizo así de sencillo para que cualquiera pudiese recibir Su amor: el niñito, el abuelo anciano, el pobre campesino, el magnate, el indígena analfabeto o el culto intelectual; el oriental, el occidental, el norteño o el sureño, ¡todos, y tú también!
     En efecto, recibir a Jesús es tan simple que Él dijo: "¡Si no te humillas y te haces como un niño, no entrarás en el Reino de los Cielos!" (Marcos 10:15) ¿Estás dispuesto a humillarte y aceptar el amor, la alegría, la paz, la satisfacción y la vida eterna por medio de Jesús, como un regalo que te hace a ti, Su hijo?
     Jesús te ama y desea darte ese maravilloso regalo ahora mismo, si haces con sinceridad esta sencilla oración, pidiéndole que entre en tu corazón:

"Querido Jesús, sé que necesito ayuda y que no puedo salvarme a mí mismo. Se me ha dicho que Tú eres el Hijo de Dios, y que por tu intermedio puedo alcanzar y conocer personalmente el amor de Dios. Jesús, necesito que Tu amor me limpie de todo temor y rencor. Necesito Tu luz para que ahuyente toda oscuridad. Y necesito Tu paz para llenar y satisfacer mi corazón. ¡Por eso, te abro la puerta de mi corazón y te ruego, Jesús, que entres y me des Tu regalo de la vida eterna! ¡Gracias, Jesús, por haber sufrido por todas las cosas malas que he hecho, por haberme perdonado y por haber escuchado mi oración! En el nombre de Jesús, amén."

     ¡Luego de haberle pedido a Jesús que habite en tu vida, se abre para ti una existencia totalmente nueva! Dice la Biblia: "Si alguno está en Cristo, es una nueva criatura; las cosas viejas pasaron, ¡he aquí, todas son hechas nuevas!" (2Corintios 5:17)
Si quieres saber más de Jesús, entender mejor quién es Él y por qué lo envió Dios al mundo, pídele, por favor, a la persona que te hizo entrega de este ejemplar, que te facilite otro, muy alentador, titulado "¿Quién es Jesús?" O escribe hoy mismo a la dirección que figura al final del texto y pide que te lo envíen por correo. ¡Que Dios te bendiga dándote Su amor, dicha y paz!